VISITAS

miércoles, 30 de diciembre de 2009

SILENCE IS GOLDEN

[Hyde Park, Londres - 2005]
Soy de esas personas que disfrutan de su propia compañía. Pocas veces discuto conmigo mismo y pocas veces lo hago con alguna otra persona. Soy de natural solitario, como lo son los árboles aunque formen parte del bosque o como lo son los caminos, aunque a veces se crucen. Sé cuando aprendí a hablar pero no recuerdo cuándo descubrí la maravilla de permanecer callado. Y lo mucho que la vida mejora cuando las palabras no se despeñan desde los labios sino que fluyen despacio en el momento adecuado.
Me gusta hablarte, sobre todo cuando no estás conmigo, cuando no puedes oírme. Te cuento cosas y descubro que la mayor parte de las veces, son palabras huecas con las que en realidad no te digo nada. Pero te hablo en silencio cuando no estás. Y de ese modo nunca te vuelves una extraña. Y cuando por fin te veo y tus orejas aparecen entre la dorada melena, respingonas y curiosas, ya sé con seguridad qué cosas son importantes y cuales no.
Hoy el sol ha empezado a llevarse el frío Los pájaros vuelven de nuevo a estos árboles. El camino verdea y la primavera ha llegado contigo.

lunes, 7 de diciembre de 2009

LA ÚLTIMA HELADA


[Candem Town, Londres - 2005]


Camino por esta calle fría de diciembre intentando mantener dentro de mi abrigo el mayor calor posible. Pero siento como el viento se lo va llevando poco a poco con él, deshabitando mi cuerpo. Debería andar más rápido para no congelarme en el camino. Pero me gusta el camino y no quiero llegar a donde voy. Tal vez podría meterme en una cafetería llena de luces y guirnaldas navideñas a descansar un rato. Miraría por la ventana y le haría un corte de mangas al invierno y le diría "Jódete. Sólo me vencerás cuando me muera".


Va a ponerse a nevar en cualquier momento y existen tantos sitios donde preferiría estar antes que en esta acera de nadie, en esta ciudad marchita... Cómo habré llegado hasta aquí. Por qué lo decidiría. Como es posible que uno piense que está andando en dirección a aquello que ansía y su sueño se aleje cada vez más en la dirección contraria. Por qué se me da tan bien desorientarme. A veces siento que de vez en cuando salgo de mi vida, cierro los ojos y giro sobre mí mismo dando vueltas y más vueltas hasta que ya no puedo más. Entonces abro los ojos y hacia donde esté mirando es hacia donde parto de nuevo. No espero a darme cuenta de donde estoy o a qué lugar me marcho. Solo he querido seguir yendo de un sitio a otro toda mi vida, pensando que algún día acertaría a mirar el lugar correcto. Tantas vueltas he dado que mi norte ya no es el mismo que el de los demás. Mi norte ya no es un norte al que volver.


Pero ahora estoy caminando por esta calle, y sé a donde voy, al tercer piso del número 156. Pero esta vez no quiero llegar. No, no quiero llegar. Porque cuando llegue será para marcharme del todo. Y en realidad, no sé si quiero hacerlo. Me entristece que el frío gane tan pronto esta partida... Creo que, después de todo, tal vez sí podría entrar en un Café y tomarme una cerveza caliente. Y esperar un poco a ver si nieva. Porque si nieva esta calle se convertirá en otra. Y así no tendré que marcharme...

martes, 19 de mayo de 2009

LA LONTANANZA

[A las afueras de Terrassa - 2009]

Esperaba que esta carta, la última, llegara a su destino. Después de cuatro meses escribiendo, sin saber si ella sabía que seguía vivo, había perdido toda esperanza. Y aún así, escondido dios sabe dónde, terminaba sus últimas líneas. Porque le empujaba más la necesidad de contar que la certeza de que alguien fuera a leer.

Todo estaba perdido. No quedaba nada. Y sin embargo no era capaz de dejar de pensar en la primavera, en la risa de su hijo, en los domingos de descanso en el campo… No era capaz de sufrir más. Sólo podía despedirse de la vida sintiéndose muy vivo y sabiendo que la felicidad seguirá existiendo después de todo aquello.

Escribió la última cuartilla a la lumbre de un mechero de gasoil que le prestó un compañero al que no volvió a ver. Luego la guardó en su petate. No se oía en el bosque más ruido que el de las ramas movidas por el viento y el del silencio que dejaron tras de sí todos los que se habían ido.

Si en lugar de esta carta que nadie te entregará pudiera acercarme a tu oído esta noche y decirte una sola frase, una última frase de despedida, no te hablaría de nada que te hiciera sufrir. Te diría que te amé y que nada pudo con mi sentimiento. Te diría que amé también la vida que tuve y que nadie pudo evitar que fuera así. Te diría, quizás, simplemente: “buenas noches mi amor, que descanses”. Y dormiría abrazado a ti una noche más. La última de mi vida. Y también la primera.

viernes, 8 de mayo de 2009

ESPERANZA

[Camino próximo al Lago Pequeño, Terrassa - 2009]

Hace tiempo que espera sentada al borde del camino a que vuelva la esperanza. No recuerda cuando se fue, ni por qué, pero está segura de que tiene que volver algún día. Por eso la espera paciente. Todas las mañanas sale de su casa a las afueras del pueblo y se sienta bajo los árboles a la orilla del sendero. Cada otoño llegan la nieve y el frío cruzando el mismo viejo camino del bosque y cada primavera se marchan de nuevo por él. Pero la esperanza no vuelve con ellos. Ve iluminarse el día poco a poco desde la primera acuarela del alba y asiste silenciosa al paso de la vida a su alrededor. Las ramas de los árboles se llenan de hojas nuevas cada marzo y se despueblan de ellas cada septiembre, dejándolas desaparecer delicadamente en el suelo. Los pájaros vuelan a otros continentes y vuelven cada año para hacerle compañía algunos meses. Y cada día al atardecer, el mundo apaga sus luces despacito para que no se pierda en el camino a casa.


No se siente triste ni sola porque desde que recuerda, su oficio ha sido siempre esperar al borde del camino. Su hogar es ser el norte para otros. Espera tranquila que regrese la esperanza sin saber que ella se sienta cada día a su lado, aguardando el momento en que la quiera acompañar en su viaje a otros lugares, a otros paisajes. Porque la esperanza no quiso nunca marcharse sola y se quedó en aquel camino. Echando raíces junto a ella.


(Para Gala)

martes, 5 de mayo de 2009

EL CIELO BAJO NOSOTROS


[Lago Pequeño, Terrassa - 2009]


Antes no le gustaba la soledad. Necesitaba gente alrededor para sentirse parte del mundo. Ahora ya no. Se ha dado cuenta que nada es imprescindible en esta vida, salvo respirar. Y a eso se dedica. A respirar.

Desde que descubrió realmente como se hacía, todo en su vida va con más calma. Y ha descubierto lugares que nunca habría imaginado. Lugares donde quedarse mirando como la vida se pone guapa para los demás, como en las cafeterías llenas de gente a las que ha ido mil veces durante años, o uno de los balcones de su casa desde los que se ve la calle y la ciudad, o el asiento de copiloto en el coche, o su parte de la cama en la noche oscura cuando ella ya se ha dormido…

Cada vez habla menos y piensa más. Cada día la realidad le parece menos de este mundo y se dedica más a imaginar como sería todo visto desde arriba… o desde abajo. Desde otro lado.

Le han echado del trabajo por no cumplir objetivos, su novia le reprocha que haya dejado de esforzarse por salir adelante, y él no para de crear mundos nuevos para ella. Para ambos. Pero no sabe cómo sacarlos de su cabeza. No le alcanzan las manos para tocar el cielo. Si no estuviera tan alto. Si no se fuera tan lejos…

miércoles, 29 de abril de 2009

RUIDO DE ESCALERAS

[piso de la Rambla de Terrassa - 2006]

Despacio voy bajando estas escaleras y sé que es la última vez que lo haré. Cada escalón que alcanzo es uno menos para no volver a verte, y por muy claro que lo tuviera desde hace tiempo, que desaparezcas de mi vida ahora, me golpea el corazón con cada paso... en cada latido. Quiero irme, pero joder, cómo querría quedarme. Cómo querría que ni tú ni yo fuéramos los que somos, sino los que fuimos, aquellos dos que fueron tan felices, tan felices… Pero no somos más que dos extraños que no quieren volver a conocerse y por eso bajo estas escaleras por última vez.

Siento vértigo de los pisos que quedan sobre mí. Aquella pintada de la esquina en el segundo seguirá allí cuando yo me vaya, pero jamás volverá a verme subir con las bolsas de la compra. No quedará de mi ausencia… nada. Nada. Porque otros poblarán mi casa, y tu vida. Y nada de lo que fue mío volverá de nuevo a serlo en esta casa. En esta escalera.

Debería estar pensando en el sitio al que voy, en mi día de mañana, en lo que nos espera a todos a la vuelta de la tristeza… Pero no soy capaz mientras bajo mi última maleta. Ahora mismo soy solo mi propio pasado despidiéndose de mí desde la barandilla del 5º sin ascensor de esta Calle del Olvido.


Cuántas casas heridas de muerte dejamos atrás. Cuántas escaleras tristes nos dicen adiós en el portal antes del último portazo.

lunes, 27 de abril de 2009

CUARTEL DE INVIERNO

[Lavadero en casa de los padres de la autora, Terrassa - 2003]

Dejó correr el agua del grifo hasta que salió helada. Le gustaba sentir el frío resbalando por sus muñecas. Sentir en las mañanas de invierno el frío que tenía en el corazón, resbalando también por sus muñecas.

Los días grises de enero eran cada vez más luminosos y la nieve que no cesaba de caer lo quemaba todo a su paso. Incluidos los recuerdos. Aquel nevado silencio no le dejaría pensar en nada que no fuese el fin de la vida, de lo cálido, de lo tierno. Para luchar contra aquel desapego vital abría el grifo cada mañana y desnudo frente al espejo esperaba que aquel frío le hiciera uno de los suyos. Se lavaba cada día con agua helada queriendo terminar así con su propio calor corporal. Contenía la respiración y mantenía la cara bajo el grifo del deshielo. Se le entumecían los dedos, las manos, los brazos... Los minutos se hacían eternos. Pero aguantaba. Aguantaba como una penitencia aquel frío de alfileres punzantes. Y finalmente cerraba el grifo y se secaba. Y volvía a sentir su propio calor. Su propia vida. Notaba el pulso en las sienes y agradecía, que un día más estaba en este mundo...