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lunes, 27 de abril de 2009

CUARTEL DE INVIERNO

[Lavadero en casa de los padres de la autora, Terrassa - 2003]

Dejó correr el agua del grifo hasta que salió helada. Le gustaba sentir el frío resbalando por sus muñecas. Sentir en las mañanas de invierno el frío que tenía en el corazón, resbalando también por sus muñecas.

Los días grises de enero eran cada vez más luminosos y la nieve que no cesaba de caer lo quemaba todo a su paso. Incluidos los recuerdos. Aquel nevado silencio no le dejaría pensar en nada que no fuese el fin de la vida, de lo cálido, de lo tierno. Para luchar contra aquel desapego vital abría el grifo cada mañana y desnudo frente al espejo esperaba que aquel frío le hiciera uno de los suyos. Se lavaba cada día con agua helada queriendo terminar así con su propio calor corporal. Contenía la respiración y mantenía la cara bajo el grifo del deshielo. Se le entumecían los dedos, las manos, los brazos... Los minutos se hacían eternos. Pero aguantaba. Aguantaba como una penitencia aquel frío de alfileres punzantes. Y finalmente cerraba el grifo y se secaba. Y volvía a sentir su propio calor. Su propia vida. Notaba el pulso en las sienes y agradecía, que un día más estaba en este mundo...