VISITAS

lunes, 19 de julio de 2010

DRY MARTINI

[Casa de la autora - 2005]

Le gustaba el sonido de los hielos al moverse solos en el vaso mientras se deshacían. Tintineando, buscaban un lugar más cómodo en el que seguir fundiéndose con la bebida. Como hacía ella.
Siempre le gustó beber. Desde que tiene memoria. Aunque si lo piensa ya no le queda mucha, por lo que tal vez no haga tanto tiempo… Tanto tiempo. Tiempo. Qué relativo es el tiempo. Todos los días tienen las mismas horas y todas las horas los mismos minutos y sin embargo hace años que cada día se hace interminable. Y aunque interminables siguen pasando los ve marcharse al asomarse al espejo. Y llega uno nuevo, exactamente igual al anterior. El reloj de arena se vacía. Y la botella también. Pero la sed no se acaba nunca. Jamás termina. Y no lo hará porque es roja como el fuego y seca como el desierto… porque no es sed de deshidratación la que cuartea su garganta. Es la desilusión que la seca por dentro.
La peor sed que existe hace nido en el alma y no hay bebida que la calme. Tal vez, quizá, podría un día llover vida nueva una mañana, y seguir lloviendo semana tras semana hasta que volviera a tener una primavera dentro. En lugar de este seco y frío verano.

martes, 1 de junio de 2010

PIEDRAS

[San Sebastián - 2007]

La ciencia intenta facilitarnos la vida, hacerla más simple, más sencilla. Pero tal vez nuestras vidas no quieran ser sencillas del todo. Porque siendo sencillas se parecerían demasiado unas a otras y en el fondo todos queremos ser únicos.
Sería tan fácil para mí descolgar el auricular y marcar tu número. Sería tan fácil para ti descolgar otro auricular en algún lado del mundo y volver a hablar conmigo de nuevo. Sería tan fácil, que será mejor no hacerlo nunca. Porque así cada vez que pase por delante de una cabina, pensaré en ti y nadie notará ese pensamiento, que me hace única. Y lo mismo te pasará a ti, tal vez, cuando suene el teléfono y no sea yo.
Es tan vulgar esperar una llamada y que ésta llegue. O querer con toda el alma llamar a alguien y hacerlo. Es tan simple y tan vulgar que lo rechazo con todas mis fuerzas.

La pareja que acaba de dejar el banco y se aleja abrazada hacia el calor de una buhardilla no nos llega a la suela de los zapatos a ti y a mí, que estamos cada uno solo, en algún lugar de este invierno, pensando en el otro y disfrutando del dolor de no tenerle cerca.
Somos piedras preciosas en mitad del barro.
Piedras.
Preciosas.

jueves, 18 de marzo de 2010

FELIDAE

[Zoo de Barcelona - 2008]

Si aprendiéramos a mirar de verdad, como lo hacen los animales, entenderíamos mejor qué hacemos aquí. Ya no se trata únicamente de observar, sino de mirar más allá de donde llega nuestra vista. De mirar con el resto de los sentidos. De estar alerta de todo. Existen personas felinas que están más cerca que otras de ese modo de pasar por el mundo, silencioso pero seguro en su norte. Y hay otras que no lo son. Tal vez todos tengamos algún correlativo animal. Yo mismo he trabajado con bueyes (y a veces me he sentido un poco como ellos); he amado a golondrinas que siempre estaban en época de migración; he convivido con cerdos felices de su vida contemplativa y he admirado a leones y tigres en la distancia. Porque nunca me atreví a acercarme demasiado al territorio de sus vidas. Hasta ahora. Ahora que ya no puedo hacer nada y en estos segundos eternos sé que es el fin. Pero ha merecido la pena acercarse y enfrentar de verdad mi mirada a la mirada del otro.

Aunque haya miradas que matan.

lunes, 8 de febrero de 2010

PRIMAVERA TOSCANA

[Carretera de Terrassa a Talamanca - 2009]
Después de todo, siempre vuelve la luz. Cada año, cada primavera.

El día que la luz amanece en todas partes, desentumece del invierno a nuestro corazón. Y el mío, que se asoma hace dos siglos a la misma ventana para que se le entibie el alma, busca tu paso tranquilo cada tarde de domingo detrás de los árboles que se mecen con la brisa. Doscientas primaveras observando como atraviesas el campo para llegar hasta el porche, y por fin te quedas conmigo.

Entorno los ojos deslumbrados por el primer sol de marzo y te pierdo un momento en la lejanía, entre las acuarelas del barbecho. Pero siempre vuelves, como vuelve cada año la luz para bañar mi porche, mi piel y mi vida, incluso después de perderla. Y como cada año y cada primavera, al llegar a la mitad del camino, te vuelves bando de golondrinas y vuelas pintando el cielo por encima de mí. Y me siento de nuevo a esperar que al día siguiente pasees otra vez por el campo.


Porque t
al vez mañana, al fin te quedes conmigo.



jueves, 14 de enero de 2010

SUR

[La Guardia, Vigo - 2009]

Frente a mí el mar se va oscureciendo majestuosamente, como mi futuro. O al menos así lo siento hoy, esta tarde de invierno en el fin del mundo. He llegado despacio, como hago cada tarde, para despedirme del día. Quién sabe cuál podría ser el último... Detrás de mí, a lo lejos, ha quedado la vida, con el murmullo del pueblo y la verbena. Cada septiembre las fiestas traen jolgorio a unos y melancolía a otros, y solo el aguardiente consigue compensarlos a todos. Cuando eso ocurre es el momento de abandonar la plaza y salir del barullo por las calles más apartadas. Y bajar hasta el mar a tomar el último trago.


Si pudiera enrolarme en un barco que fuera siempre al sur persiguiendo al sol, lo haría. Para que nunca más volviera a caer esta noche de caverna sobre mí. Hoy no se ve ningún barco cruzar la costa, y en apenas unos minutos no se verá la costa siquiera. Las olas rompen en las rocas a lo lejos y la humedad de salitre cala en los huesos. O tal vez sea el orujo lo que cala...


Si me enrolo en un barco zarparé con el poniente, para ver como anochece el pueblo desde el mar y tal vez sentir una punzada al no encontrar mi ventana encendida entre el resto. Me alejaré mientras la verbena sigue su jarana como cuando estaba yo, como antes de que yo estuviera y como seguirá el día que vuelva.


O el que ya no pueda volver más.


miércoles, 30 de diciembre de 2009

SILENCE IS GOLDEN

[Hyde Park, Londres - 2005]
Soy de esas personas que disfrutan de su propia compañía. Pocas veces discuto conmigo mismo y pocas veces lo hago con alguna otra persona. Soy de natural solitario, como lo son los árboles aunque formen parte del bosque o como lo son los caminos, aunque a veces se crucen. Sé cuando aprendí a hablar pero no recuerdo cuándo descubrí la maravilla de permanecer callado. Y lo mucho que la vida mejora cuando las palabras no se despeñan desde los labios sino que fluyen despacio en el momento adecuado.
Me gusta hablarte, sobre todo cuando no estás conmigo, cuando no puedes oírme. Te cuento cosas y descubro que la mayor parte de las veces, son palabras huecas con las que en realidad no te digo nada. Pero te hablo en silencio cuando no estás. Y de ese modo nunca te vuelves una extraña. Y cuando por fin te veo y tus orejas aparecen entre la dorada melena, respingonas y curiosas, ya sé con seguridad qué cosas son importantes y cuales no.
Hoy el sol ha empezado a llevarse el frío Los pájaros vuelven de nuevo a estos árboles. El camino verdea y la primavera ha llegado contigo.

lunes, 7 de diciembre de 2009

LA ÚLTIMA HELADA


[Candem Town, Londres - 2005]


Camino por esta calle fría de diciembre intentando mantener dentro de mi abrigo el mayor calor posible. Pero siento como el viento se lo va llevando poco a poco con él, deshabitando mi cuerpo. Debería andar más rápido para no congelarme en el camino. Pero me gusta el camino y no quiero llegar a donde voy. Tal vez podría meterme en una cafetería llena de luces y guirnaldas navideñas a descansar un rato. Miraría por la ventana y le haría un corte de mangas al invierno y le diría "Jódete. Sólo me vencerás cuando me muera".


Va a ponerse a nevar en cualquier momento y existen tantos sitios donde preferiría estar antes que en esta acera de nadie, en esta ciudad marchita... Cómo habré llegado hasta aquí. Por qué lo decidiría. Como es posible que uno piense que está andando en dirección a aquello que ansía y su sueño se aleje cada vez más en la dirección contraria. Por qué se me da tan bien desorientarme. A veces siento que de vez en cuando salgo de mi vida, cierro los ojos y giro sobre mí mismo dando vueltas y más vueltas hasta que ya no puedo más. Entonces abro los ojos y hacia donde esté mirando es hacia donde parto de nuevo. No espero a darme cuenta de donde estoy o a qué lugar me marcho. Solo he querido seguir yendo de un sitio a otro toda mi vida, pensando que algún día acertaría a mirar el lugar correcto. Tantas vueltas he dado que mi norte ya no es el mismo que el de los demás. Mi norte ya no es un norte al que volver.


Pero ahora estoy caminando por esta calle, y sé a donde voy, al tercer piso del número 156. Pero esta vez no quiero llegar. No, no quiero llegar. Porque cuando llegue será para marcharme del todo. Y en realidad, no sé si quiero hacerlo. Me entristece que el frío gane tan pronto esta partida... Creo que, después de todo, tal vez sí podría entrar en un Café y tomarme una cerveza caliente. Y esperar un poco a ver si nieva. Porque si nieva esta calle se convertirá en otra. Y así no tendré que marcharme...