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lunes, 7 de diciembre de 2009

LA ÚLTIMA HELADA


[Candem Town, Londres - 2005]


Camino por esta calle fría de diciembre intentando mantener dentro de mi abrigo el mayor calor posible. Pero siento como el viento se lo va llevando poco a poco con él, deshabitando mi cuerpo. Debería andar más rápido para no congelarme en el camino. Pero me gusta el camino y no quiero llegar a donde voy. Tal vez podría meterme en una cafetería llena de luces y guirnaldas navideñas a descansar un rato. Miraría por la ventana y le haría un corte de mangas al invierno y le diría "Jódete. Sólo me vencerás cuando me muera".


Va a ponerse a nevar en cualquier momento y existen tantos sitios donde preferiría estar antes que en esta acera de nadie, en esta ciudad marchita... Cómo habré llegado hasta aquí. Por qué lo decidiría. Como es posible que uno piense que está andando en dirección a aquello que ansía y su sueño se aleje cada vez más en la dirección contraria. Por qué se me da tan bien desorientarme. A veces siento que de vez en cuando salgo de mi vida, cierro los ojos y giro sobre mí mismo dando vueltas y más vueltas hasta que ya no puedo más. Entonces abro los ojos y hacia donde esté mirando es hacia donde parto de nuevo. No espero a darme cuenta de donde estoy o a qué lugar me marcho. Solo he querido seguir yendo de un sitio a otro toda mi vida, pensando que algún día acertaría a mirar el lugar correcto. Tantas vueltas he dado que mi norte ya no es el mismo que el de los demás. Mi norte ya no es un norte al que volver.


Pero ahora estoy caminando por esta calle, y sé a donde voy, al tercer piso del número 156. Pero esta vez no quiero llegar. No, no quiero llegar. Porque cuando llegue será para marcharme del todo. Y en realidad, no sé si quiero hacerlo. Me entristece que el frío gane tan pronto esta partida... Creo que, después de todo, tal vez sí podría entrar en un Café y tomarme una cerveza caliente. Y esperar un poco a ver si nieva. Porque si nieva esta calle se convertirá en otra. Y así no tendré que marcharme...